Hace unas semanas, empezamos a recoger los troncos de poda de las viñas de la Terrañuela y apiñarlos para que mi madre y algún hermano tenga leña para la chimenea. Sin olvidarnos del horno para el asado. Revisando las fotos y el video, veo varias cosas que quiero comentar.
La poda tan radical que le hemos dado a parte del viñedo, como bien ha visto mi hermano Ángel, hay troncos seccionados para obtener otra vía de vida. Explico esto.
La viña cuando resucita, primero atiende a las raíces, con las cuales coge el sustento, segundo atiende al tronco, después a las ramas, inicialmente brotes, después a las hojas y al final a la uva, uvas.
Como lo más importante para nosotros las personas, son nuestros hijos, la viña tiene que hacer un esfuerzo bestial para llevar el máximo de componentes a la uva, que lleva dentro a sus hijos, su semilla, sus pepitas.
Por lo tanto los viticultores tiene que hacer podas de invierno, primavera, verano y uvas. En invierno de noviembre a febrero hemos podado las 53 hectáreas que tienen las bodegas Linaje Garsea y Astil y los hermanos y familiares.
La pregunta, durante estos dos o tres años es porque le daños estos cortes tan violentos a las viñas de la Terrañuela y alguna más. El 28 de abril de 2017 y unas semana después, quizás 10 días (fecha a olvidar) cayo una helada de -10 grados y la otra similar que necrosaron prácticamente el 80 % del viñedo de la Terrañuela. Similar a la herida mal curada en las personas y que se infecta y que no ponemos atención y se cangrena y hay que cortar.
Hubo que dejar que el viñedo, buscando la supervivencia brotara a la vida de nuevo, de esa vida (brotes) nació otra vida, que dio pie a la nueva formación del viñedo. Lo necrosado hay que amputarlo, para evitar males mayores (bichos, hongos, virus) y en estos años hemos ido rehaciendo al viña de nuevo y consolidando los pámpanos. De ahí estos montones de trozos de viña. La viña es un verdadero ejemplo de supervivencia, murió literalmente hace dos años y resucito con mucho dolor, pero resucito, le ha costado dos años de esfuerzo para recomponerse y volver a la normalidad, ahora están sanas y vitaminadas, guardando sustento por si viene otra helada.
Otra cosa que se me ocurre, es la necesidad de que el máximo de comida llegue a la uva, para que fortalezca la piel y poder proteger a su hijo/a la semilla, cosa que me viene muy bien, dado que hacemos vino tinto. Por lo tanto, si tengo menos tronco, tengo menos consumo, las raíces siguen siendo amplias y han bajado el máximo posible (aquí medimos 4 metros de profundidad) por lo tanto, menos tronco, más para la uva. Esto no es exactamente, pero es casi una regla de tres. Por otro lado, con los días de sol y las ganas de resucitar de las viñas. No se ven llorando en Terrañuela, pues las noches nos han dejado bajo cero en la temperatura y esto hace que la viñas se lo piense, retrase su milagro de la resurrección invernando como los Osos un poco más, guardando reservas para la vida.
Se me ocurre mirar al suelo y ver suelos calientes como la graba o la arena en algún lugar y otros con mas materia orgánica. El primero regula la temperatura día y noche, pues en las piedras, se almacena calor, que es reflejo nocturno. Y las más fértiles tendrán más vegetación, lo que nos obliga a regular dicha vegetación con las podas y las cortas de uvas. Tema de otro escrito. Y como no, como todo se aprovecha la viña nos da calor en el hogar y aporta una chispa candente que acompaña un buen vino de Vendimia Seleccionada.